Día Internación de la Educación
LOS RETOS DE LA EDUCACIÓN INFANTIL EN EL SIGLO XXI
1. El ritmo acelerado de la infancia moderna
La infancia de hoy está viviendo a un ritmo frenético que no solo va en contra de sus necesidades biológicas, sino también de su bienestar emocional. Desde que son pequeños, los niños tienen agendas sobrecargadas, horarios rígidos y pocas oportunidades para simplemente ser niños. Esto afecta de forma directa a su desarrollo, ya que limita uno de los pilares fundamentales para su crecimiento: el juego libre.
Hirsh-Pasek y Golinkoff (2022) advierten que los niños que no tienen tiempo para el juego no estructurado no solo presentan mayores niveles de estrés, sino que también desarrollan menos capacidad para resolver problemas. Este tipo de juego, tan simple como esencial, es fundamental para su desarrollo socioemocional, porque fomenta habilidades tan cruciales como la empatía, la negociación y el autocontrol. Son habilidades que les acompañarán toda la vida.
Pero es que, más allá de lo académico o cognitivo, debemos recordar algo fundamental: los niños tienen que ser niños. Su inocencia debe ser protegida. La cultura actual, impulsada por la sobreexposición a medios, lleva a muchos padres a pensar que el tiempo de calidad con sus hijos es simplemente estar juntos frente a la televisión. Muchos no respetan las edades recomendadas para el contenido audiovisual y exponen a los niños a situaciones o temáticas que aún no son capaces de procesar, lo que puede generar confusión y ansiedad. El “tiempo de calidad” no debería ser un sinónimo de estar juntos en silencio frente a una pantalla. Hay que ser conscientes de que la televisión no fomenta las mismas interacciones que el juego, el diálogo o la exploración.
Por otro lado, aunque las actividades extraescolares pueden ser beneficiosas si se eligen de manera adecuada, no podemos perder de vista que los niños también necesitan tiempo para aburrirse, para no tener nada planeado. Ese espacio de “aburrimiento” es el que da lugar a la imaginación, a la creatividad y al juego libre, que son claves en su desarrollo. El juego libre es el que les permite expresar sus emociones, comprender su entorno y relacionarse con los demás sin las restricciones de un guion preestablecido.
2. La salud emocional del educador
Diversos estudios (Simón et al., 2022) indican que estas ratios elevadas no solo incrementan el estrés laboral, sino que también reducen significativamente la capacidad de los educadores para establecer vínculos de calidad con cada niño.
Además, las leyes educativas en España suelen centrarse más en objetivos curriculares que en condiciones laborales óptimas para los profesionales.
Si bien los programas de autocuidado son una herramienta valiosa, no pueden resolver un problema estructural que exige cambios profundos en las políticas educativas.
3. La desigualdad: una barrera invisible
La desigualdad sigue siendo una de las mayores barreras en la educación infantil. Las diferencias en el acceso a recursos como materiales pedagógicos, tecnología, o incluso espacios seguros para jugar, perpetúan una brecha significativa en el desarrollo infantil, afectando principalmente a los niños más vulnerables. Esta brecha no solo tiene repercusiones inmediatas en su aprendizaje, sino que condiciona su desarrollo emocional, social y cognitivo de manera a largo plazo.
Yoshikawa et al. (2022) subrayan que las políticas públicas enfocadas en la primera infancia, como el acceso universal a programas educativos de calidad o las visitas domiciliarias, tienen un impacto directo en la reducción de estas desigualdades. El acceso igualitario a la educación y el acompañamiento temprano son fundamentales para nivelar el terreno de juego entre los niños, especialmente en contextos socioeconómicos desfavorecidos.
Pero si hablamos de desigualdad, no podemos pasar por alto el impacto devastador de los conflictos bélicos en la infancia. Niños que viven en Gaza, Ucrania o en otras zonas de guerra, se enfrentan a un panorama de incertidumbre y trauma que dificulta aún más su desarrollo. En situaciones de conflicto, muchos de estos niños pierden su hogar, su entorno seguro, y en muchos casos, el acceso a la educación formal. En estos contextos, la interrupción del aprendizaje y la falta de oportunidades para el juego seguro son problemas críticos que se suman a los efectos traumáticos de la violencia.
La exposición constante a la violencia y el desplazamiento forzoso tiene consecuencias profundas en su bienestar emocional, en sus capacidades cognitivas y en su salud mental.
Según un informe de Save the Children (2023), más de 3 millones de niños en Ucrania han sido afectados por la guerra, con impactos directos en su acceso a la educación y en su desarrollo emocional. Muchos de estos niños viven desplazados, en condiciones de extrema vulnerabilidad, sin poder acceder a una educación de calidad. La educación en emergencias es esencial para mitigar el daño y proporcionarles alguna forma de estabilidad y esperanza.
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