El espejo en Educación Infantil
EL ESPEJO EN EDUCACIÓN INFANTIL
¿Alguna vez has observado a un bebé mirarse al espejo por primera vez? Ese gesto con curiosidad, esa sonrisa… no es solo tierno: es un momento importante en su desarrollo. En educación infantil, el espejo no es un objeto decorativo, sino una herramienta para el desarrollo integral del niño y la niña. Hoy te explico sus beneficios y sus aplicaciones prácticas.
¿QUÉ APORTA UN ESPEJO AL DESARROLLO INFANTIL?
Los espejos despiertan el interés de los más pequeños. A través de ellos, no solo descubren su reflejo, sino que comienzan a construir su autoimagen y su sentido del “yo”.
Según Rochat (2003), la conciencia de uno mismo evoluciona durante los primeros años de vida, y el reconocimiento en el espejo es un hito clave. Este proceso no es inmediato. Al principio, los bebés pueden ver su reflejo como el de “otro niño”, pero poco a poco comienzan a reconocerse, y con ello, se abre la puerta a la autoconciencia y la identidad personal. Este descubrimiento constituye una base fundamental para el desarrollo emocional, cognitivo y social.
Cuando el niño o la niña se reconoce en el espejo, empieza a establecer una relación consigo mismo como sujeto diferenciado del entorno. Esta capacidad de autoidentificación no solo implica un reconocimiento visual, sino también emocional: el reflejo les devuelve una imagen de sí mismos que pueden observar, explorar y con la que pueden interactuar. Esta interacción inicial con el propio reflejo puede considerarse una forma primitiva de diálogo interno.
Desde la neurociencia, se ha observado que la interacción con el espejo estimula áreas cerebrales implicadas en la autorregulación, la planificación y la empatía. La corteza prefrontal, por ejemplo, comienza a activarse cuando el niño intenta interpretar que esa imagen que ve es él mismo. Este proceso está relacionado con el desarrollo de la memoria autobiográfica y las primeras formas de metacognición (Courage, Edison & Howe, 2004).
A medida que se fortalece esta capacidad, el espejo se convierte también en un medio para comprender las emociones propias y ajenas. Observarse en el espejo llorando, riendo o mostrando sorpresa ayuda al niño a conectar estados internos con expresiones externas, reforzando así su alfabetización emocional.
Además, con el crecimiento, el espejo también se convierte en escenario para el juego simbólico. Los niños y niñas representan personajes, imitan adultos o experimentan diferentes roles: “soy un médico”, “ahora soy un león”, “soy mamá”. Este tipo de juego no solo alimenta la creatividad, sino que contribuye a construir el “yo social”, permitiendo al niño situarse en relación con los demás desde una nueva perspectiva (Vygotsky, 1978).
El espejo permite:
UN MATERIAL QUE INVITA A LA EXPLORACIÓN
Desde un enfoque basado en pedagogías como la de Reggio Emilia, el espejo no solo sirve para “verse”, sino que amplía las posibilidades de exploración, luz, simetría, perspectiva y creatividad (Vecchi, 2010).
En el aula o en casa, el espejo puede convertirse en:
Un suelo o pared de exploración, donde los bebés se tumban o gatean observando su reflejo.
Un elemento de provocación, que invita al juego con objetos, luz o materiales naturales.
Una herramienta de observación corporal, ideal para actividades de expresión o psicomotricidad.
Un espacio de interacción social, donde los niños juegan juntos, se observan y descubren gestos del otro.
Esta interacción en torno al espejo favorece el desarrollo de la conciencia social. Según estudios de Moore, Mealiea y Garon (2018), compartir el espacio del espejo con otros puede estimular el desarrollo emocional y social, facilitando procesos como la imitación, la empatía y la regulación emocional.
Además, el espejo se convierte en un recurso útil para docentes y familias como medio de observación del desarrollo del niño o la niña: cómo se mueve, cómo reacciona ante su imagen, cómo interactúa con otros reflejos. Este tipo de observación ofrece información valiosa sobre el momento evolutivo y emocional en el que se encuentra.
Incluso puede ser una herramienta para detectar señales de alerta en el desarrollo. Aunque cada niño tiene su ritmo, la ausencia persistente de interés por su reflejo a partir de los 18-24 meses, o la falta de reconocimiento de su imagen, puede orientar hacia la necesidad de una valoración más profunda, especialmente en casos donde pueda sospecharse un trastorno del desarrollo como el TEA. No se trata de alarmar, sino de observar con sensibilidad y acompañar desde el conocimiento.
IDEAS PRÁCTICAS PARA USAR ESPEJOS EN CASA O EN EL AULA
En casa:
Coloca un espejo horizontal a la altura del suelo en la zona de juegos de tu bebé.
Usa un pequeño espejo de seguridad durante el cambio de pañal o en el momento de vestirse.
Acompaña momentos de juego libre con preguntas como “¿quién está ahí?”, “¿qué ves?” o “¿estás sonriendo?”.
Anima a tu hijo o hija a hacer muecas, observar sus emociones o jugar con su expresión facial.
En el aula:
Crea un rincón del espejo, acompañado de elementos naturales, telas, linternas o materiales sueltos.
Utiliza espejos para trabajar la simetría en propuestas artísticas o de construcción.
Incluye espejos en la rutina diaria para reforzar hábitos de autonomía e higiene.
Propón juegos de expresión corporal frente al espejo: bailar, imitar animales, representar emociones...
Empléalos en actividades de lectoescritura emergente, donde el niño puede observar cómo articula palabras o sonidos.
Es importante recordar que los espejos deben estar hechos de materiales seguros: acrílicos, policarbonato o espejos irrompibles específicos para infancia. También es fundamental que estén bien fijados, evitando riesgos innecesarios. La exploración debe ser libre, pero siempre con supervisión adulta.
REFERENCIAS
Courage, M. L., Edison, S. C., & Howe, M. L. (2004). Variability in the early development of visual self-recognition. Infant Behavior and Development, 27(4), 509–532. https://doi.org/10.1016/j.infbeh.2004.06.002
Moore, D. S., Mealiea, J. M., & Garon, N. (2018). Social development and mirror self-recognition: Beyond the red mark test. Developmental Review, 49, 86–98. https://doi.org/10.1016/j.dr.2018.05.002
Rochat, P. (2003). Five levels of self-awareness as they unfold early in life. Consciousness and Cognition, 12(4), 717–731. https://doi.org/10.1016/S1053-8100(03)00081-3
Vecchi, V. (2010). Art and Creativity in Reggio Emilia: Exploring the Role and Potential of Ateliers in Early Childhood Education. Routledge.
Vygotsky, L. S. (1978). Mind in Society: The Development of Higher Psychological Processes. Harvard University Press.
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