La playa como espacio educativo
¿Y si te dijera que una tarde en la playa puede ser más educativa que una ficha?
Si me sigues desde hace tiempo, ya sabes que me gusta hablar de los beneficios de aprender al aire libre y de todo lo que la naturaleza aporta al desarrollo infantil. Aunque hay propuestas muy útiles como los cuadernillos de verano para mantener el cerebro activo antes de volver al cole, creo que también es importante dar valor a experiencias como las que te traigo hoy: sencillas, que aportan tiempo de calidad en familia y con un gran impacto en el desarrollo de los más pequeños (y sí, los mayores también salimos ganando con esto).
1. Movimiento libre y desarrollo motor: la base del aprendizaje
Caminar sobre la arena inestable, correr por la orilla, escalar rocas, cavar con las manos… Estas actividades tan comunes en un día de playa activan de forma natural todo el sistema motor. Y no solo el cuerpo: también el cerebro.
El desarrollo de funciones ejecutivas (como la atención, la memoria de trabajo o el control inhibitorio) está directamente relacionado con la motricidad. Esto significa que cuando un niño o niña se mueve libremente, no solo está fortaleciendo sus músculos, también está desarrollando su capacidad para autorregularse, resolver problemas y aprender.
El juego libre es la mejor opción, ya sabes que el aburrimiento es clave, pero también puedes proponer actividades como buscar piedras redondas o de un determinado color, seguir huellas en la arena o caminar de puntillas por la orilla cuando estéis paseando para secaros después del chapuzón.
2. Curiosidad natural: aprender observando
¿Por qué algunas conchas tienen agujeros? ¿De dónde vienen las olas? ¿Por qué cambia el color del mar? La playa despierta preguntas constantemente. Y en educación infantil, la pregunta es el motor del pensamiento científico.
Eshach y Fried (2020) destacan que el contacto con entornos naturales en edades tempranas favorece el desarrollo del pensamiento lógico y crítico. Los niños y niñas observan, comparan, experimentan sin necesidad de una explicación adulta. El entorno les enseña.
Desde la neuroeducación, sabemos que cuanto más multisensorial es un estímulo, mayor es la consolidación del aprendizaje. El sonido del mar, el olor a sal, el calor del sol… son experiencias que permanecen.
Puedes proponer una “búsqueda científica”: encontrar conchas distintas, observar cómo cambia la espuma con el viento o mirar las huellas que deja el agua, ¡habla con ellos/ellas! Con los más mayores, puedes registrar los hallazgos en un cuaderno (como el cuaderno de explorador).
3. Juego libre y creatividad
En la playa no hay juguetes predefinidos, aunque a todos y a todas nos ha gustado jugar con el cubo y las palas, realmente no hay instrucciones. Y eso, lejos de ser un problema, es una oportunidad. Porque el juego libre es una de las formas más profundas y naturales de aprender. Por eso siempre defiendo el aburrimiento como clave para los más pequeños.
Whitebread et al. (2017) explican que el juego sin estructuras fomenta la creatividad, el pensamiento flexible, la toma de decisiones y las habilidades sociales. En la playa se inventan roles, se negocian reglas, se resuelven conflictos… todo ello sin la intervención adulta constante.
Este tipo de juego también fortalece la autoestima, ya que parte del deseo genuino del niño o niña. No hay un objetivo externo, sino disfrute y presencia. Intenta no interrumpir ni dirigir el juego. Ofrece seguridad y atención, pero deja que sean ellos y ellas quienes construyan el momento.
4. Conexión con la naturaleza y conciencia ecológica
Chawla (2020) ha demostrado que la mayoría de las personas que desarrollan actitudes ecológicas sólidas en la adultez han tenido una infancia con experiencias positivas en la naturaleza. Es decir, el vínculo emocional con el entorno es el primer paso hacia su cuidado.
Recolectar plásticos, observar animales sin dañarlos, entender la importancia de no dejar residuos… Todo esto puede enseñarse de manera vivencial en la playa, observando y generando conversación sobre el tema.
'La educación no es la preparación para la vida. La educación es la vida en sí misma' (Jhon Dewey)
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Referencias (APA 7)
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Chawla, L. (2020). Childhood nature connection and constructive hope: A review of research on connecting with nature and coping with environmental loss. People and Nature, 2(3), 619–642.
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Eshach, H., & Fried, M. N. (2020). Should science be taught in early childhood? A theoretical analysis of the question. International Journal of Science Education, 27(3), 291–318.
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Whitebread, D., Neale, D., Jensen, H., Liu, C., Solis, S. L., & Hopkins, E. (2017). The role of play in children's development: A review of the evidence. The Lego Foundation.
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Zimmermann, P., & Maass, U. (2021). Sensory experiences and learning: The neuroscience behind multisensory learning environments. Frontiers in Psychology, 12, 642525.
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