La asociación entre comida y recompensa

"Si no te comes todo, no hay postre": Cómo afecta a la relación infantil con la comida

Las frases que utilizamos con los niños y niñas tienen un impacto profundo en su desarrollo, y esto incluye también la relación que establecen con la alimentación. Me refiero a expresiones como "Si no te comes todo, no hay postre" estrategias inofensivas para fomentar la alimentación que en realidad pueden generar patrones poco saludables a largo plazo.

Este tipo de condicionamiento puede afectar la autorregulación de la ingesta, reforzar una asociación entre la comida y la recompensa y, en algunos casos, aumentar el riesgo de problemas alimentarios en el futuro (Birch & Fisher, 1998; Ventura & Birch, 2008). 


Ilustración de Bruno Brogna

¿Por qué esta frase puede ser perjudicial?

Comer por recompensa y no por hambre

Cuando se usa la comida como premio o castigo, los niños aprenden a comer no por necesidad fisiológica, sino para obtener una gratificación externa. Esto puede generar una desconexión con sus señales internas de hambre y saciedad, aumentando la probabilidad de comer en exceso o rechazar ciertos alimentos sin escuchar realmente su cuerpo (Rodríguez-Oliveros et al., 2011).

Diversos estudios han demostrado que etiquetar ciertos alimentos como premios (generalmente dulces o postres) hace que los niños los perciban como más deseables y menos accesibles, lo que puede llevar a un consumo excesivo cuando tienen la oportunidad (Rollins et al., 2014). Al mismo tiempo, los alimentos saludables se convierten en una "obligación" en lugar de algo placentero.

El condicionamiento externo de la comida también se ha relacionado con el desarrollo de hábitos que pueden favorecer el sobrepeso. Ventura y Birch (2008) encontraron que la presión para comer o la restricción de ciertos alimentos en la infancia pueden aumentar el riesgo de una alimentación descontrolada en la adolescencia y la adultez.

Además, cuando la comida se convierte en un premio o un castigo, es más probable que los niños la usen para gestionar sus emociones, lo que a largo plazo puede derivar en una relación emocional con la comida, un factor de riesgo en trastornos alimentarios (Sleddens et al., 2011).

Ilustración obtenida de Pinterest


¿Qué hacer en su lugar?

En lugar de condicionar la alimentación con premios o castigos, podemos fomentar una relación más sana y consciente con la comida utilizando estrategias más respetuosas y basadas en la evidencia:

El objetivo es que los niños aprendan a escuchar su cuerpo y coman hasta sentirse satisfechos, sin presiones externas. Según Birch et al. (2003), permitir que los niños regulen su ingesta sin interferencias reduce el riesgo de sobrealimentación y ayuda a establecer hábitos saludables.

🔹 Ejemplo en la práctica: En lugar de decir "Si no te comes todo, no hay postre", podríamos decir "Si ya te sientes lleno, puedes dejarlo. Si más tarde tienes hambre, puedes comer otra cosa (saludable)"

Es importante evitar que ciertos alimentos sean percibidos como premios especiales. Un estudio de Rollins et al. (2014) demostró que los niños que reciben dulces como recompensa tienden a desarrollar un mayor deseo por ellos y a rechazarlos cuando no hay un incentivo de por medio.

🔹 Ejemplo en la práctica: En lugar de decir "Si te portas bien, te compro un helado", podríamos decir "Hoy después del parque podemos tomar un helado porque nos apetece."

Las comidas deben ser momentos agradables, sin presiones ni obligaciones. Modelar hábitos saludables y ofrecer variedad sin imponer cantidades ayuda a los niños a desarrollar una alimentación equilibrada. Si comen en la mesa con nosotros mucho mejor.

🔹 Ejemplo en la práctica: En lugar de obligar a terminar el plato, podemos involucrar a los niños en la elección y preparación de los alimentos para despertar su curiosidad y motivación.

Ilustración obtenida de Pinterest

Conclusión

Las estrategias de crianza en torno a la alimentación tienen un impacto duradero en la relación que los niños establecen con la comida. En lugar de condicionar la alimentación con frases como "Si no te comes todo, no hay postre", podemos fomentar la autorregulación, la curiosidad y el disfrute de los alimentos sin presiones. 

Sí, esto requiere más tiempo y paciencia. Pero, si lo pensamos bien, ¿no merece la pena? La forma en que nos relacionamos con la comida en la infancia nos acompaña toda la vida. Promover desde pequeños una alimentación consciente no solo previene problemas nutricionales, sino que también nos ayuda a construir una relación más sana con la comida y con nosotros mismos.

A menudo reflexiono sobre lo acelerada que se ha vuelto la vida, cómo nos arrastra de un momento a otro sin darnos espacio para estar presentes. Durante mis prácticas, lo vi reflejado en la rutina de la escuela infantil: comer rápido, recoger rápido, ir al aseo rápido… No porque alguien tuviera mala intención, sino porque la prisa parecía inevitable por el horario del centro o de las propias familias, Pero ¿qué mensaje reciben los niños cuando incluso el acto de comer se vuelve algo que "hay que terminar" en lugar de algo que podemos disfrutar?

Sí, hay momentos en los que la vida nos exige ir deprisa. Pero ¿no crees que la comida, precisamente, debería ser un momento de pausa? Un tiempo para conectar, para hablar con calma en familia, para saborear, para sentir si estamos saciados, para agradecer el esfuerzo de quien preparó el plato. Comer despacio no es solo una cuestión de educación, es salud, es bienestar, es presencia.

Quizás, al probar alguna de estas estrategias, no solo tu hijo aprenda a mejorar su relación con la comida. Quizás también tú descubras que ese momento del día, que tantas veces pasa desapercibido, puede convertirse en un espacio de conexión contigo y con él o ella.

Como siempre, te leo en comentarios y en mis redes sociales. Un abrazo! 


Referencias

  • Birch, L. L., & Fisher, J. O. (1998). Development of eating behaviors among children and adolescents. Pediatrics, 101(Supplement 2), 539-549.
  • Birch, L. L., Fisher, J. O., & Davison, K. K. (2003). Learning to overeat: Maternal use of restrictive feeding practices promotes girls' eating in the absence of hunger. The American Journal of Clinical Nutrition, 78(2), 215-220.
  • Rodríguez-Oliveros, G., Haines, J., Ortega-Altamirano, D., Power, E. M., Taveras, E. M., González-Unzaga, M. A., & Reyes-Morales, H. (2011). Obesogenic eating behaviors mediate the association between parental feeding styles and body mass index in Mexican children. Appetite, 56(3), 724-728.
  • Rollins, B. Y., Loken, E., Savage, J. S., & Birch, L. L. (2014). Effects of restriction on children's intake differ by child temperament, food reinforcement, and parent's chronic use of restriction. Appetite, 73, 31-39.
  • Sleddens, E. F., Gerards, S. M., Thijs, C., de Vries, N. K., & Kremers, S. P. (2011). General parenting, childhood overweight and obesity‐inducing behaviors: a review. International Journal of Pediatric Obesity, 6(sup3), e12-e27.
  • Ventura, A. K., & Birch, L. L. (2008). Does parenting affect children’s eating and weight status? International Journal of Behavioral Nutrition and Physical Activity, 5(1), 15.


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